domingo, 18 de mayo de 2008

COSLADA CONECTION

Este tiempo sin aparecer por mi blog se debe a muchas cosas. Son días de reubicación en el mundo, en Madrid, días donde no sabes qué hacer con tus mañanas ni finiquitar tus noches. Supongo que es tiempo para aprender la gran lección,entender que no queda otra que tener paciencia. Ese aprendizaje te lo procura el acudir a las instancias judiciales. Como todas las mujeres cuando están preñadas no dejan de ver otras barrigas, me sucede que nunca he leído tantas sentencias judiciales en las páginas de los periódicos. Los ojos, como linternas, se hacen lupa y,lejos de singularizar tu caso, te haces parte de un colectivo herido por los malos modos con que te sacan del mundo los nuevos psicópatas que manejan las instituciones y empresas donde los trabajadores regresan a la esclavitud en pleno siglo XXI. Obligada como estás a cimbrearte lejos del paraíso, descubres en ese revolcón que son muchos los que comparten igual destino. Entre éste y la fatalidad hay una veta que divide a optimistas y pesimistas. Debo formar parte del batallón de los entusiastas porque descubro que el precio de la pelea es tan sustancioso como ganar o perder, que el mismo hecho de no abatirse por la dificultad del puerto que pretendes arrivar ya supone un subidón.La moral en alto te coloca por encima de tus agresores. La nueva economía y el actual poder, se sustenten o no en buenos principios, permiten estos atropellos. En el inicio de mi contienda contra el Cervantes, sufría ataques de impaciencia pues quería que los malos fueran ajusticiados al ritmo rápido e irreal con el suelen caer en las películas. Pero no, sucede que cuando alguien se porta de manera tan dudosa, la primera reacción de los dueños del cotarro es cerrar filas, encubrir al que la hizo a plena luz. Luego, te enteras de que el malo,más prudente, simula su maldad fuera de su despacho pero , a solas, sigue cometiendo tropelías. Ya no berrea en los espacios comunes palabrotas y amenazas. Ahora se asegura de actuar sin testigos. Me consta que hace menos de un mes, amenazó con pegar dos hostias a una empleada que protestó por su precaria situación laboral en Recursos Humanos. Ella ,asustada, no lo denunciará pero mis compañeros me lo cuentan porque saben que estoy atenta a todo lo que ocurre y porque, una vez pasado el juicio que me toca, escribiré un reportaje como periodista y no cejo en el empeño de destripar esa trama maloliente, esta pequeña Coslada. Lo único que puedo aconsejarles de momento es que vayan a su despacho con la grabadora encendida. Le temen más a los medios que a la justicia. Es lo que marca la diferencia entre el mezquino y el honrado. Como las viejas harpías, viven tapando sus vergüenzas, sembrando el estiércol fuera de sus fortalezas. Se olvidan del fin por el que obtuvieron el puesto: la Institución. Si ésta sobrevive a la codicia de sus amnésicos directivos, al patinado de su propaganda, se debe al buen hacer de sus trabajadores, sus auténticos guardianes.
Hoy vemos como un pueblo y sus 82.000 habitantes, vivia amedrentado por el chabacano imperio de ese tal Ginés. Aún así, los incansables y convencidos militantes de la Unión Republicana de Coslada , no desistieron de perseguir amparo en los tribunales. Valga esta reflexión para insistir en la lucha. Conviene, pues, no dejarse vencer por una primera derrota. Es duro y hay que poner límites a la batalla porque no puedes permitir que tu vida se convierta en un pozo amargo y obsesivo, que dirijan tu malestar y rabia, que se adueñen de tu felicidad. Si solo te dedicas a ello, conseguirán pulverizar tu ánimo y retratarte ante los demás como una pobre desquiciada.
Por cierto, ese tipo que presume de sus 45 años de profesión y jamás responde a los correos, acomplejado por su anafalbetismo de salón y escribe ensallo, hobra y corecto mientras se pasea por los viajes oficiales atento siempre a fotografiar a su jefa y regalando el resultado de su eterno peloteo en marquito de plata, es el perfecto ejemplo de esbirro o negrero. Su disposición va encaminada exclusivamente a salvar su trasero. Como él, hay muchos dispuestos a perpetuar a los que sí saben y se emplean a fondo en ejecutar la sinrazón, por unas monedillas.
Ayer, sábado, fuí a ver el documental de Almudena Carracedo, Made in L.A., un buen ejemplo de arte y conciencia política que dibuja sin deslices al ser humano. Almudena tiene el don de poner la cámara en el alma de los más pobres sin manchar su historia con tintes caritativos. El relato de Lupe, María y Maura, tres emigrantes guerreras que lideran la protesta contra la empresa textil Forever 21 consiguiendo dignificar su trabajo de costureras en medio del infierno capitalista californiano, rompe la distancia entre el miedo y la necesidad de justicia. Ellas diluyen la flojera que supone meterse en estos berenjenales. Lo bueno de esta época es que la Historia se nutre de gentes como estas mujeres dispuestas a batallar sin poseer el aura de los linajes privilegiados.
En España, los clanes son menos poderosos pero más chulescos. Lo que empieza a ser intercambio de regalos, suele derivar en trata de favores. Como el pelota analfabeto, el lema por el que se rigen es:"Tú me proteges a mí, yo te protegeré a tí". Esta barbaridad anda suelta por la Institución. Me pregunto por qué los superiores a este pendejo le permiten continuar con su proclama. Que tengan cuidado porque, un día, no estarán a salvo y lamentarán haberse acogido a ella pues, lo que en primera instancia sólo parecía una menudencia tipo dos billetitos extras a Alemania, puede terminar en catorce indicios razonables de delito.
Posdata: Almudena Carracedo desconocía las malas formas con las que fuí tratada en el Cervantes TV. Es amiga y ambas compartimos vida e intenciones en Los Ángeles. Tiene gracia que el informativo que produce la televisión del Cervantes se haga eco de la denuncia de esta activista sobre la mala praxis laboral. Resulta irónico que ese espacio realizado por periodistas con contrato de ordenanzas se atreva a tanto. El Cervantes TV colabora a todas luces con la explotación y mantiene el morro de informar sobre tipos que conjugan igual de mal los derechos fundamentales del trabajador. Lo que digo: Coslada está en todas partes.