domingo, 15 de junio de 2008

UNA GIORNATA PARTICOLARE.

Año 2010. Dos años bajo el imperio de las nuevas condiciones laborales europeas.

Caro Marcelo:
Te sorprenderá este correo pues no he dado señales de vida en los últimos tiempos. Vivo en Madrid, ahora. Ya sabes que enviudé y los niños crecieron y se me esparcieron por el mundo. Trabajo como secretaria de una multinacional milanesa. Dos mil euros cobro. Me dan para poco pues los 30 metros cuadrados que tiene el departamento cuestan 1. 000 y con los tomates a 15 el kilo, no me sobra mucho. Mi jefe no es muy malo. No me ha cambiado por una más joven. Se hace cargo de que tengo que trabajar hasta los 70 años si quiero acercarme a la muerte sin muchos sobresaltos. Lo bueno es que no pienso mucho. La falta de bienestar apenas da para dormirte en el sofá cuando llegas a las diez de la noche. Hace años que no leo, sólo los correos que me mandan mis hijos y mis nietos. A veces, ni los termino si sobrepasan las diez líneas. El médico me puso una dieta porque el colesterol me tiene las arterias como andamios. Menos mal que el comedor de la empresa cuenta con un servicio especial de alimentación. Eso, sí: nos descuentan un poco más de la nómina pero, si me tengo que preparar mi fiambrera cada día, ni alcanzo a asearme. Los domingos los empeño en ordenar la casa y salir con unas amigas florentinas. Alguna vez, dispongo de humor para ir al cine pero es raro que me fluya esa alegría pues mi cabeza se ha vuelto del revés y, a media tarde dominical, me invade un terror. Un terror al lunes y a la nueva semana. Un saber, una certeza que me acongoja, malogra mi único festivo. Mi psicológo dice que debo ser positiva y saber administrar mi tiempo libre. !Ma que cosa tiempo libre! Si hasta él mismo tiene que recibirme en domingo porque no dispongo de horas entre semana. Menos mal que dejé de ir a misa. Menos mal que no trago ese opio ya, que abandoné Roma y su curia sin mirar atrás. Total, el mundo está lleno de monjes que a toda costa te venden los paños más imposibles de la fe. Mi jefe, sin ir más lejos,no deja de decirme: Pero, Sofía..¿dónde vas a estar mejor que conmigo? Y me callo los mil lugares que se me ocurren cada vez que me lo pregunta. Él cobra cinco veces mi salario y se miente todo el rato mientras intenta mentirme. Me recuerda a mi hijo mayor, que no hace más que cantar las alabanzas al sistema empresarial de Detroit. Otro que ha hecho de su fábrica de repuestos automovilísticos su verdadero hogar. La diferencia es que mi nuera merece su ausencia pero la mujer de mi jefe es un señora encantadora. Se mantienen juntos porque no hacen uso del matrimonio ¿A qué horas se podrán decir lindezas esos dos?.
A veces, creo que me voy a regresar, meterme en una casa de cuartos compartidos y renunciar a estos mínimos de supervivencia. Hoy, domingo, dí un paseo por el templo de Debod. Me acordé de la guerra y del amor. Me acordé de ese antes donde existía la posiblidad de amar, odiar y malgastar el tiempo. Ni en la guerra, con los hijos, el esposo y tu lío, se me pasó por la cabeza dilapidar tanto dinero en un médico del alma. Se me quebró la alegría y sólo me queda ánimo para repensar la manera de ahorrar y asegurarme la vejez. Me falta un año para la jubilación.
Mi caro amigo. No sé si tú estás mejor que yo. Temo también que no te funcione bien este demonio de la red. Hasta nos robaron minutos para comprar la stampa y soñar el viaje que iniciaba la carta al desprenderse de tus manos y entrar en la boca del buzón. Yo- inocente- hacía ese viaje, la acompañaba hasta su destino imaginando el tamaño de los dedos que rozarían mi letra torcida. ¡Uy¡ Qué tarde se me ha hecho. Es medianoche y mañana, lunes, me levanto a las cinco. Hago pilates para mantener mi espalda enderezada. Tardo hora y media en llegar al trabajo. Es ahí, donde pienso en regresarme. Aún quedan nogales y encinas que te recuerdan las virtudes de la naturaleza. Si decido hacerme pobre y recuperar mi dignidad, espero que tu artrosis no me niegue tu abrazo.
Sigo siendo tuya:
Sofía
P.D.: Te adjunto unos enlaces donde se puede protestar e informarse de los derechos laborales. Esto lo hago por insistencia de mi nieto Alessandro. El pobre lleva dos años peleando para frenar estas jornadas interminables. Algunas veces me contagio con sus misivas y me vuelve la esperanza. En todo caso, publícalas por el asilo.