miércoles, 16 de junio de 2010

Vive Montolive

No puedo explayarme. Jugar a Susanita se me antoja imposible porque aún recuerdo los buenos mandamientos de la educación. El deber me sujeta a la moralidad. Pero sí puedo contar que la diplomacia española, salvo ese fantasmilla que tanta gracia nos hizo en otros tiempos (sí, ese: Chencho Arias), se las ve y se las desea para sortear estas tempestades. A veces me rebelo contra su manía de pulcritud. A veces, los escucho. Bien pagados y situados donde el bombo quiso, no se desmelenan. No juegan a figurar ni a ganarse las llaves de este reino. Creamos una rara especie para defendernos de nosotros mismos. Y buehhhh, pos ahí están no más. Venden caros sus juicios y se guardan mucho de traicionar. Ese Chencho ha molestado a toda su ralea. Estudiaron demasiado como para aceptar que esa venganza cuchillera por no obtener la prebenda del consulado angelino, pague caro en boca ajena el desenjuague de tan alto y descarrilado alto funcionario. Pero la vida sigue. España pierde y acusa ansiedad frente al tanque suizo. La Torre espera el cambio ministerial. Mientras, la saga de los impertérritos, se dispone a continuar. Como si nada. Como si todo.

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