miércoles, 2 de abril de 2008

LA EXTRAÑA DESAPARICION DE LA REPUBLICA DE CALAMBURA (Novela para jugar, colectiva)

Esto es un juego para descolocar a las caras más reales y someterlas al poder de la invención. Vamos a buscar personajes por el mundo y hacer con ello una novelita de terror y risa.. Las reglas a seguir son bien fáciles. Calambura propone un primer capítulo que terminará con la aparición en escena de un personaje que tendréis que adivinar. Las preguntas serán al descarte: Desde aquí solo responderemos afirmativa ó negativamente. El que primero averigüe el personaje que está detrás, continúa con la narración . El tamaño debe tener un mínimo de diez líneas. Dejará siempre abierto el texto para que Calambura coloque al siguiente personaje para así, volver al juego con un segundo que comenzará su travesía donde el escritor anterior lo haya dejado.



No sé si queda claro pero, mejor ,empecemos con el primer capítulo.






1. UNA TARDE COBRIZA.



Eso pensaba Lorenzo Rivas de Oca, embajador que estrenaba dorado exilio en el minúsculo país flotante la Polinesia. Para sus adentros, un resquemor le subia hatsta la laringe cuando recordaba las cara de su ministro y la palmadita final al recibir la felicitación: Bueno Lorenzo, despúes de Tel Aviv, su nuevo destino le va a saber a gloria, ya verá. Pero Lorenzo, ávido y ambicioso no podía dejar de pensar que este regalo era más bien un castigo. Ser el primer embajador de un pais tan chico que no sobresalía en nada. Con lupa debía mirarse en el atlas, con paciencia se contaban sus 20.ooo habitantes. Pero esta era la primera vez que España se decidía a colocar una embajada allí. Las razones , decía su ministro, eran económicas y estratégicas pero no tenía claro que ese micro país prometiera un futuro. Su país vecino, estaba amenzado por el cambio climático. Sus habitantes habían decidio abandonar la isla porque los cinco metros sobre el nivel del mar auguraban escasas posibilidades de vida.



El piloto anunció el descenso. Lorenzo se giró con desgana para mirar la isla que lo acogería en los próximos cinco años pero sus ojos se expandieron por el doble cristal de la ventanilla. Pero, ¿donde carajo vamos a aterrizar? El atolón donde se suponía estaba la única pista de aterrizaje, aparecia y desaparecía de su vista según las olas bañaban el minúsculo terreno. Pero ¿qué carajo hago yo aquí?. Se tuvo que tragar el escrúpulo y las ganas de llorar. Quería regresar a Madrid, abandonar el cuerpo diplomático. Tres años encerrado estudiando unas oposiciones para acabar en una era inmisericorde . Jamás se quejó de sus anteriores destinos, jamás puso en aprietos a su pais. Ni una palabra de más. Cuando las ruedas del tren de aterrizaje se comieron la pista, un deseo rabioso invadía el ánimo del joven embajador. Ojalá se trague el mar esta mierda de país. Resopló, cerro su ordenador portátil y sonrío a la azafata australiana. Welcome to Calambura, sir.



Nadie vino a buscarlo al aeropuerto. Tenía la dirección de su mansión, una construcción moderna que abarcaba cuatro módulos pintados en blanco y azul cercando un jardín con piscina y mirador frente al mayor arrecife de coral que poseía la isla. España había participado en el plan de desarrollo sostenible de esta pequeña república y eLorenzo llevaba el encargo de vigilar el proyecto y hacer de España la etiqueta de presentación. Era esta clase de tontería con las que el nuevo gobierno pretendía colocar el buen nombre de la España progresista y hippie. Las buenas intenciones de España en el mercado de Calambura y ahí estaba Lorenzo Rivas de Oca para alcanzar el reto. La producción de aceite de coco y de coral se multiplicaría y, en cada exportación, Calambura estaba obligada a nombrar a su país benefactor.



El silencio solo se rompia por los encontronazos del mar con el malecón y algunos pájaros perezosos. Lorenzo esperó a la tripulación. No le resultó extraño ser el único pasajero que salío de Camberra aquella la mañana pero lo que le inquietó fue ver que dos aviones morían en un hangar junto a la pista y que la sala no reflejaba movimiento humano alguno. Capitán: dígame, ¿cúal es la frecuencia de vuelos a Calambura ? El capitán acostumbrado a encontrarse con la perplejidad en cada aterrizaje, invirtío la realidad, obviando la mayor, los que dejaron de volar. Australia y Nueva Zelanda mantines sus dos vuelos quincenales. Pero la zozobra seguía anidada en las pestañas del perdido embajador. El capitán le tomó del brazo y lo acompañó a la sala de llegada. Se suponía que debía recogerlo el secretario de la oficina de negocios. La oficina llevaba abierta un par de meses. Hasta entonces, Calambura no estuvo en los planes de ningún gobierno. Un hombrecillo de ojos achinados, enfundado en mono azul, apareció corriendo por la sala, se estiraba las mangas hasta parecer que se desgajaban de la sisa. Su olfato le dijo que de los tres hombres, su nuevo jefe debía ser el flaco y largo rubio de ojos exaltados. Ah¡ Mister Mister, I,M sorry. Over there, over there, please.Le arrebató su maletín y con empujoncitos lo viró frente al Rolls Royce. El lujo reanimó a Lorenzo: No todo ha desaparecido, merci dieu. Se recompuso y ante la falta de oficialidad que le ponía a merced de una extraña libertad recuperó sus modales y quiso despedirse de la tripulación. Para su sorpresa, la tripulación se encerró en el baño y las grandes carcajadas que de allí salían amenazaban con tirar la puerta. El hombrecillo que no entendía de compostura, empezó a jalar las mangas de su jefe hasta quitarle unos gemelos de zafiro comprados en el bazar de Calcuta. Notó el empleado que su buena voluntad se convirtió en gravio y a cuatro patas tanteo loseta por loseta la fantasmal sala. La tripulación seguiá tronando risas en el baño, el hombrecillo seguía buscando los gemelos de zafiro y Lorenzo, se rindió. Se dejó caer en la única banqueta que diponía la sala y guardó para sí su pliego de exigencias. Nadie recogerá su equipaje, nadie le pedirá su pasaporte, nadie le dará la bienvenida y nadie le pedirá explicaciones. De un manotazo levantó a su servidor de los suelos y lo obligó a encaminarse al Rolls. Que se mueran de la puta risa, carajo..... El hombrecillo, sacó un trapo negro del bolsillo y se secó la frente sin apenas levantarse la gorrilla. Con las dos manos en alto, le indicó al nuevo amo que tuviese la paciencia de esperarlo. Corrió todo lo que sus cortas piernas le permitían. Del hangar sacó un carrito rosa de golf y Lorenzo pudo ver como trepaba a la barriga del avión para hacerse con las maletas.Ya sabría que sólo este medio hombre estaría a su lado en este lado del mundo.

Carambula es una isla de 25 metros cuadrados. Una república parlamentaria que reelige presidente cada 5 años. Sólo tres países disponen de misión diplomática aquí: Rusia, Cuba y Francia. Los demás se contentan con oficinas de negocios o con cónsules honorarios representando a los que no están por unos pocos dólares y una visa de derechos amplios. Pero Lorenzo vien dispuesto a multiplicar la producción de coco y corales y etiquetar cada unidad con la España cooperante.

¿Sabrá este renacuajo llevarme a casa?, se decía bajito. Ole, Ole, Raúl, Torres, olé, le animaba su servidor mientras lo torturaba por las sinuosas curvas de una carretara apuntalada por barriles con el nombre de un dios que debió salvar a la reina Victoria en un tiempo más esplendoroso.

La casa se alzaba en un montículo . El renacuajo aparcó en el porche el gran Roll. Lorenzo se empezaba a acostumbrar a la extraña soledad. Recorrió, una a una, cada estancia.Todo en orden. Aún olía a agua perfumada los suelos y los roperos. Los ventiladores de grandes aspas funcionaban a tres velocidades. Los mosquiteros tenían la prestancia del estreno. Se asomó desde la ventana y vió al hombrecillo empeñado en relimpiar el rolls. La vista era poderosa. Agua y una ligera bruma. Debía llamar a España. Puso la bateria de su celular portátil a cargar. No le salía palabra alguna. Decidió aplazar la comunicación hasta deshacerse de su desasosiego. Un estruendo lo empujó a la ventana: el hombrecillo, bocabajo yacía en la piscina. El verde musgoso se mezclaba con el rojo oscuro de su sangre. Alguien puso en marcha el Rolls. Un hombre de cara redonda que él reconocía abria la puerta trasera del coche. Los dos se encontraron en la mitad de la distancia. Antes de subirse, el tipo sonrío a Lorenzo , llevandose el índice de su regordeta mano derecha a la boca. Esa petición de silencio esculpio en el aire una amenaza que recorreria cada esquina de Calambura cada tarde, cada segundo de vida que la isla contaba antes de que el mar se la tragara.




El primer personaje:




Su parecido es una mezcla bien conseguida del Dioni y José Mª Iñigo. Acostumbra a rodearse de malas compañias y recogió el testigo de un secuestrado.




Pregunta: ¿Es español?- No

No hay comentarios: